Emulación Binaria

Ante las imágenes de Eduardo del Burgo ocurre ese extraño y reductivo fenómeno de la fotografía actual en donde todo resultado que sorprende por su precisión se atribuye a una suerte de manipulación digital, sin advertir que la fotografía todavía sigue dando esas y otras tantas opciones de trabajo, lógicamente, mediante la posesión de un conocimiento técnico elevado y una práctica rigurosa. En este caso claramente podríamos aplicar el histórico axioma del minimal art, que promulgó con insistencia: "lo que ves, es lo que es". Y sin lugar a dudas, cuando uno se enfrenta a este conjunto de obras con estas consignas, no deja de sorprenderse de los resultados obtenidos por del Burgo en su elaborado homenaje al medio fotográfico, que vuelve a traer al plano de discusión las posibilidades que aún sigue ofreciendo el soporte fotográfico ante el avance de la intangible imagen digital. De este modo, la foto aparece aquí registrada a modo de espejo: la fotografía viéndose a si misma. El sujeto se desplaza, del Burgo instala como sujeto de su imagen el mismísimo medio utilizado para su generación. La foto de la foto, un buceo inverso, un recorrido hacia atrás en el proceso. La idea de organización de los elementos de la imagen por momentos aparece casi como una referencia a otros campos compositivos, como el de la música concreta -una estructura rítmica básica sobre la que se ensayan variaciones con una mínima cantidad de elementos: un objeto, dos tonos –, y por momentos construye paradojas visuales: el fotograma a modo de la unidad elemental de la imagen digital – el píxel- , los elementos de la película fotográfica como representación de una estructura binaria o de una matriz, o bien la imagen registrada en el orificio de arrastre de la película, la única parte del negativo que no tiene capacidad de plasmar la imagen.

Y en definitiva, lo que vemos es un prodigioso paseo por diversas experiencias sobre la imagen y su soporte, en donde cada obra expone un abanico de ideas en una impecable edición, donde nada sobra, nada se repite, y donde sólo vemos ese resultado de la experiencia que bien podría dar, en un trabajo de edición menos riguroso, una interminable lista de ejemplos y variantes de cada experimentación. Un caso donde cada obra amplia y potencia el sentido del conjunto, sin perder sentido individual y sin sacrificar la posibilidad de funcionar aislada del resto, presentando un complejo juego interpretativo al espectador.

Augusto Zanela